La Organización Mundial de la Salud, OMS, define el maltrato infantil como: “Los abusos y la desatención de que son objeto los menores de 18 años, e incluye todos los tipos de maltrato físico o psicológico, abuso sexual, negligencia y explotación comercial o de otro tipo que causen o puedan causar un daño a la salud, desarrollo o dignidad del niño, o poner en peligro su supervivencia, en el contexto de una relación de responsabilidad, confianza o poder”. En tal virtud, Las consecuencias de la violencia contra los niños y niñas varían según su naturaleza y gravedad, pero las repercusiones de la violencia a corto y a largo plazo pueden ser devastadoras. La exposición a la violencia en la primera infancia puede afectar el desarrollo sano del cerebro del niño, en proceso de maduración. La exposición prolongada de los niños y niñas a la violencia, ya sea como testigos o como víctimas, puede alterarles el sistema nervioso e inmunológico y provocar trastornos emocionales y cognitivos, además de conductas que causan enfermedades, lesiones y problemas sociales. La violencia puede provocar conductas de riesgo, como el abuso de sustancias adictivas y la actividad sexual precoz. Algunos de los problemas sociales y de salud mental relacionados con la violencia son los trastornos de ansiedad y depresivos, el deterioro del rendimiento escolar, las alteraciones de la memoria y la conducta agresiva.

En el momento de recibir un NNA en donde se presuma que estamos frente a un caso de maltrato infantil, es válido en una primera fase agotar con el menor de edad las etapas de evaluación tanto médicas como psicológicas.  Sin embargo, observemos que esa primera fase de contacto con el personal de salud, se caracteriza en el sentido de que este niño, niña u adolescente estará en contacto con el profesional de la conducta luego de haber agotado las previas etapas evaluativas.  No con esto queremos decir que si el NNA o sus familiares presentan algún tipo de crisis, es prudente que el profesional de la conducta realice una buena intervención en crisis la cual vendrá a estabilizar al sistema, bajar los niveles de ansiedad.

Es prioritario en esta etapa, que cuando sea el momento adecuado, se entreviste al NNA, con la finalidad de que aflore de forma espontánea una explicación con relación a la situación que ha generado el cuadro que presenta.  Es importante que al momento de la recogida de información, se integren los miembros de la familia que pudieran aportar datos.

En todo este proceso, el trabajador social juega un papel básico, ya que asumirá la integridad del NNA, así como también la investigación sobre la situación familiar del NNA en cuestión.

 

Por tanto, el daño que causa o puede causar el maltrato es de distintos tipos:

1.- maltrato físico: cualquier acción que tienda a causar lesiones físicas a un niño o adolescente, las cause o no

2.- maltrato psicológico: cualquier acción (rechazar, ignorar, aterrorizar, aislar, presenciar violencia en la pareja, etc.) u omisión (privación de sentimientos de amor, afecto, seguridad, etc.) que tienda a agredir cognitiva o emocionalmente a un niño.

3.- abuso sexual: cualquier acción que involucre o permita involucrar a un menor en actividades de tipo sexual.

4.- Síndrome de Munchausen por poder (SMPP)

5.- Abandono Fisico

6.- Acoso escolar o “bullying”

7.- Intoxicaciones provocadas

8.- Negligencia

 

Efectos psicológicos del trauma

El trauma infantil de tipo psicológico relacionado con la exposición crónica a eventos estresantes conduce a una serie de cambios que influyen en el funcionamiento y desarrollo psicológico, y se constituyen como mecanismos de defensa cuya función es proteger la integridad física y mental del niño. Éstas se manifiestan en las siguientes áreas:

  1. Emocional: puede presentar dificultades en el control de expresiones de agresión hacia otros y hacia sí mismo. Dificultades al entender y comprender emociones. Facilita el desarrollo de sentimientos de indefensión, impotencia, miedo de que ocurra de nuevo la experiencia traumática y sienten frustración porque ellos tienden a considerar que los cambios con respecto a su vida son poco probables, debido a lo cual pueden mostrarse un tanto retraídos.
  2. Social: Es probable que haya dificultad para comunicarse y establecer vínculos más estrechos, expresando miedo y desconfianza y de esta forma evitar reexperimentar algún sentimiento asociado al evento violento.
  3. Cognitivo: Las dificultades en la atención y concentración pueden obstruir el desarrollo del potencial en el desempeño de actividades escolares; también se presenta que los niños centran su atención en cosas diferentes mientras ocurre el evento traumático, olvidando los episodios traumáticos (amnesia) y/o manteniendo a los agresores en un concepto favorable (disociación).
  4. Concepto negativo de sí mismo: Se pueden desarrollar sentimientos de culpa y de vergüenza en los que los niños tienden a creer que son merecedores de maltrato, en donde no perciben peligro o lo normalizan, disminuyendo respuestas de defensa y auto conservación como efecto de la ausencia de un sentimiento de vulnerabilidad.

La entrevista puede suponer una situación de estrés para un menor, puesto que se trata de una experiencia inusual en un contexto formal. Este estrés será de mayor o menor intensidad dependiendo de su desarrollo cognitivo, ya que delimita las estrategias que el menor puede poner en marcha para enfrentarse a ella, y de su estado emocional. En cualquier caso, habrá que estar atentos a señales de cansancio y pérdida de concentración, ya que si el menor da signos en este sentido, será mejor finalizar la entrevista.

 

Es importante destacar lo relacionado a la capacidad cognitiva del menor para ofrecer un relato de los supuestos hechos suficientemente extenso y de calidad. En este aspecto los menores en edad preescolar, entre 3 y 5 años,  están desarrollando la capacidad de memoria episódica ( hace referencia a todos aquellos acontecimientos de carácter personal y autobiográfico que hemos ido almacenando a lo largo de nuestra vida y que están asociados a un momento espacial y temporal), por lo que sus memorias son fundamentalmente semánticas (descontextualizadas, basadas en conocimientos y sin la sensación fenomenológica de que fue el protagonista de esos hechos). Por lo tanto, los menores de esta edad carecen del anclaje espacio-temporal y no podrán establecer el cuándo y dónde ocurrieron los supuestos hechos. No son capaces de individualizar hechos de modo que confundirán esquemas generales con episodios y no podrán aportar información sobre cuántas veces les sucedieron los supuestos hechos. Tendrán dificultad para establecer el origen del recuerdo, lo que unido a su vulnerabilidad a la sugestión, aumenta la posibilidad de generación de falsas memorias en el caso de que hayan sido entrevistados sucesivamente o de manera inadecuada. En el caso de utilizar preguntas directivas sus respuestas vendrán dadas desde sus conocimientos (semánticos) que pueden haber adquirido a partir de comentarios, sugerencias, películas u otras fuentes y no de su vivencia real.  La exposición del menor a información sexual bien por haber tenido experiencias sexuales previas, por manejar/compartir material de tipo sexual o haberse expuesto a relaciones sexuales entre adultos. También será de interés el grado de intimidad que tienen los adultos de la casa que nos puede orientar sobre la facilidad de exposición de los menores a prácticas sexuales de los adultos con los que conviven.

Cuando se aborda el tema relacionado al tiempo transcurrido entre el evento y la exploración psicológica, aquí habrá que tener en cuenta el contexto y forma de la narrativa (espontáneo/a preguntas; contexto lúdico; intrafamiliar/extrafamiliar, etc.), la reacción del entorno adulto del menor y los abordajes previos a la evaluación psicológica, en donde estaría afectando el número de veces que se ha realizado y las diversas formas, que podrán darnos idea de los factores que afectan a la recuperación de la información.

En el aspecto relacionado a la entrevista con los adultos vinculados al contexto social del menor, conlleva tres objetivos básicos:  a) continuar obteniendo datos  b) manejar información del menor (hobbies, gustos, preferencias, características de personalidad relevantes, posible ansiedad por separación), información que le han suministrado que facilite el establecimiento del rapport  dentro de un clima calmado y de confianza, el día de su entrevista, así como también otras informaciones importantes vinculantes al menor y su contexto.

En cuanto al entorno físico las actitudes y conductas del psicólogo o entrevistador este deben transmitir comodidad y tranquilidad. Insistiendo en este aspecto, es importante que se realice en un espacio privado, con suficiente iluminación, adecuada ventilación y temperatura agradable, con mobiliario adaptado al tamaño del menor y libre de perturbaciones y de objetos que puedan distraer su atención. En este sentido, se debe asegurar de que no seremos interrumpidos por terceros ni por otros elementos.   Debemos dedicar tiempo suficiente a la creación de este rapport y no infravalorar su relevancia, dado que buena parte del proceso de entrevista dependerá de ello. Una regla básica para afrontar una entrevista con un menor es que el psicólogo debe adecuar su intervención al momento evolutivo del niño, ya que este delimitará sus habilidades como son: cognitivas, motoras, lingüísticas, sociales, afectivas.

Atender a este aspecto permitirá adaptar la entrevista de manera que sea comprensible para el niño; lo que facilitara la espontaneidad y la fluidez; y puedan interpretarse los datos obtenidos de forma acorde con su edad.

En cuanto a la vestimenta del profesional de la conducta, es adecuado que vista de forma informal pero arreglada, para evitar marcar la asimetría de la relación, pero no excesivamente informal que haga creer al niño que está en una situación de juego. Respecto a la comunicación no verbal, debería situarse a la misma altura visual que el menor para estimular el trato de igualdad, favorecer la comunicación y percibir las señales no verbales reflejo de su estado emocional. La postura corporal adecuada por parte del psicólogo será aquella que se observe receptiva. Conviene evitar ser excesivamente simpáticos, ya que podemos provocar una distorsión de la idea central y se torne en el sentido de complacer, lo que facilita un aporte de información extensa pero que compromete la fiabilidad. Esta entrevista deberá ser flexible, ya que los menores reaccionan de forma poco productiva a los contextos y métodos de entrevista rígidos.

En base a lo anteriormente expuesto, se recomienda utilizar la entrevista cognitiva, la cual facilita una mayor tasa de recuperación de información, sobre todo correcta.  La entrevista cognitiva comprende cuatro técnicas generales de recuperación de memoria:

1.- Reconstruir mentalmente los contextos físicos y personales que existieron en el momento del hecho a recordar. Esto implica una solicitud de pedirle al niño que trate de situarse mentalmente en el lugar del suceso teniendo en cuenta:

– Elementos emocionales

– Elementos secuenciales

– Características perceptuales

2.-El recuerdo libre, consiste en pedirle al niño que narre todo lo sucedido, incluyendo la información parcial e incluso detalles que considere intrascendentes.

Esta declaración es de tipo narrativo, dejando que el niño hable sin interrupciones ni preguntas.

 3.-El cambio de perspectiva, trata de animar al niño a que se ponga en el lugar de otro de los actores del evento.

4.-Recordar desde diferentes puntos de partida, es recordar en orden inverso. En otras palabras, se pretende que el entrevistado narre los hechos desde un orden diferente a como se desarrollaron.

Existe una versión mejorada de la entrevista cognitiva planteada por Fisher y Geiselman (1992). No obstante, la efectividad y el procedimiento en términos cognitivos es el mismo. Está compuesta por las siguientes fases:

Fase 1. Presentaciones y personalización de la entrevista (presentación, usar el nombre del entrevistado).

– Fase 2. Establecimiento de la comunicación (creación de una atmósfera agradable, de confianza a través de la formulación de preguntas neutras).

– Fase 3. Explicación del propósito de la entrevista.

– Fase 4. Reinstauración de contextos.

– Fase 5. Recuerdo libre.

– Fase 6. Preparación para el interrogatorio (pedirle que se concentre intensamente, que diga lo que se le viene a la mente tal como llega, sin fabricarlo, que puede decir no comprendo, no sé, no recuerdo, que active y contraste imágenes).

– Fase 7. Interrogatorio compatible con el testigo (cada testigo tiene una secuencia de memoria distinta del evento debiendo el entrevistador ajustarse a esa secuencia).

– Fase 8. Recuerdo desde diferentes perspectivas.

– Fase 9. Recuerdo en orden inverso.

– Fase 10. Resumen (realizado por el entrevistador en función de lo que el entrevistado ha informado).

– Fase 11. Cierre (desactivación emocional y de tensiones en el entrevistado).

 

 

En base a este planteamiento de cómo se realiza una entrevista cognitiva a una población cuyo episodios de vida se han visto matizados por situaciones con tendencia a crear alteraciones en su desarrollo biopsicosocial, y porque no posibles traumas, es de gran importancia que el psicólogo que asuma este compromiso abrase de forma ética, profesional, y porque no protocolizar, el abordaje objetivo de esa población.  Recordemos que de esta primera entrevista podría ser el comienzo del antes y después de muchas vidas.

 

Maria S. Grullon, M.A.
Instituto Nacional de Ciencias Forenses INACIF
AREA DE MEDICINA LEGAL
DEPARTAMENTO DE PSICOLOGIA FORENSE

Licda. En Psicología Mención Clínica, Experta en Psicología Jurídica, Maestría en Terapia Familiar y de Pareja. Especialidad en Intervención Psicosocial En Ciencias Forenses. Coordinadora Nacional, Departamento de Psicología Forense: Instituto Nacional de Ciencias Forenses, INACIF. Docente Universitaria: Amplia experiencia como perito experto, en temas de delitos sexuales y violencia de género. Colaboración, Diseño, implementación y seguimiento de protocolos, guías de actuación, etc., vinculadas al área de su especialidad.

  1. 2 noviembre, 2018

    Ya vasta, no más abuso; nada justifica la agresión.

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